Madeline Ortiz Ojeda

Los átomos se aceleran sin control y los litros se derraman con bastante torpeza

FECHA DE PUBLICACIÓN: 2011-06-10     AUTOR: Julián Istilart / Foto de Gred Girard
Tras la reciente catástrofe nuclear de las centrales nucleares de Fukushima, en Japón, una exposición que revela la estela de destrucción que dejó la invasión atómica a Hiroshima en 1945, fue inaugurada en el International Center of Photography de Nueva York. Coincidiendo esta semana con la inauguración de Hiroshima: Ground Zero 1945, la canciller alemana Angela Merkel anunció que para que Alemania cumpla su objetivo de dejar por completo la energía nuclear en 2022, se tendrán que instalar 20 gigavatios de capacidad de generación de energía alimentada por carbón. Enseguida recuerdo la historia letal del petróleo en la vida de tierras y mares.
El poder de destrucción ecológica que la energía nuclear posee, invita a que olvidemos pronto las catástrofes generadas por los vertidos del petróleo y por su quema como combustible. No existe una ley aprobada en ningún congreso que plantee la erradicación del consumo de petróleo como combustible en un futuro. Con la cifra alcanzada en 2010 de 1000 millones de coches impulsados por gasolina convencional en el mundo, la premisa de un futuro limpio de emisiones de carbono en este rubro se antoja imposible. Tampoco resulta alentador el que dos de las economías con mayor potencial de producción de artículos de consumo, China e India, basen su desarrollo industrial en la quema de combustibles fósiles.
Que las emisiones de gas invernadero sean las mayores responsables del calentamiento global que hoy vivimos, es cosa que definirá la ciencia con el tiempo. Lo cierto es que la quema de petróleo ensucia el aire de las ciudades y deteriora la capa de ozono que nos protege de la radiación ultravioleta. La sola presencia del "oro negro" fuera de su sitio original, el subsuelo, ha sido causante de grandes desastres ecológicos. No queda duda: el uso de petróleo deteriora la salud de las personas y el equilibrio ecológico en el mundo.
No nos olvidemos de British Petroleum y el derrable de 4.9 millones de barriles de crudo en el Golfo de México el año pasado, del vertido de 900 millones de barriles de petróleo en el Golfo Arábigo en 1991, o de los desastres del Prestige en Galicia y del Exxon Valdez en Alaska. De nuestra memoria tampoco pueden desaparecer tragedias como las explosiones de San Martín Texmelucan, México, o los vertidos constantes de crudo en los ríos mexicanos que desembocan en el Atlántico, o en cualquier fuente de agua colindante con petróleo en el mundo.
Aunque el ritmo industrial que ha alcanzado el planeta no puede ser sostenido con el uso de energías renovables todavía, ni en un futuro cercano, por qué no empezar a ver el consumo del petróleo como un mal no necesario. Podemos compartir transporte, usar uno más limpio, comprar productos locales, evitar al mínimo la compra de productos de plástico, aprovechar al máximo la luz solar. Lo que se le ocurra. El petróleo está en todos lados.